sábado, 10 de abril de 2010

EDUCAR CON CUENTOS: LA COLABORACION

Siguiendo el esquema descrito en PROGRAMA DE EDUCACIÓN EN VALORES A TRAVÉS DE CUENTOS, os proponemos el tema de la colaboración.

PARA LOS PADRES:

Sobre este tema de colaborar os remitimos al artículo EDUCAR EN EL TRABAJO. Conviene que nos convenzamos los padres (más que los niños) de la importancia del valor a transmitir, pues cuanto más lo estemos, mejor lo enseñaremos.

PARA LOS NIÑOS:

CUENTO DE LA PRIMERA SEMANA: “EL PAIS DEL ABURRIMIENTO”

Un señor naufraga y aparece en una isla. Llega a una ciudad y observa que los niños, aún los mayorcitos, no saben apenas hacer nada, ni abrocharse los zapatos, ni prepararse el desayuno, ni hacer los deberes más sencillos, ni recoger sus cosas y habitación... así se pasan la vida reclamando ayuda a sus padres. Estos, a su vez, como tienen que hacer los trabajos de ellos y encima los de sus hijos no dan abasto, y por eso tampoco tienen tiempo de jugar con sus hijos o llevarlos al parque. El resultado es que los niños se pasan el día aburridos reclamando y esperando, y los padres agotados.
Como los padres lo hacen todo, los niños no aprenden y cuando se hacen mayores tienen poca práctica y habilidad. Al hacerse padres son poco habilidosos, van lentos y de nuevo no tienen tiempo para enseñar y jugar con sus hijos. De esta manera el problema se continuaba. Era un país realmente aburrido.
El señor náufrago, que observó esto, fue a visitar al alcalde: “Yo tengo la solución a su problema. Convoque a todo el pueblo en la plaza mayor”.
Todos fueron contentos, esperando que alguien les pudiera sacar de esta situación tan cargante y aburrida. Por eso escucharon con atención:
“Señoras y señores, tengan paciencia. Niños y niñas: atended, vosotros tenéis el remedio también. Debéis enseñar a los niños desde pequeños y que éstos colaboren. Cada uno de la casa hará una tarea, según su edad y capacidad. Y en un momento estará todo listo, y os sentiréis contentos”.
Todos pusieron de su parte, los padres en enseñar, aunque les costaba tiempo, los niños en aprender... y en un mes, el pueblo había cambiado. Lo que antes los padres necesitaban dos horas para salir, ahora en media hora estaban preparados. Cada uno se vestía y se arreglaba, mientras el padre organizaba y la madre retocaba... y ¡les daba tiempo a salir al parque, o de excursión, o jugar al parchís! Desde entonces ese país se dejó de llamar PAIS DEL ABURRIMIENTO y se llamó PAIS DIVERTIDO, pues les daba tiempo a trabajar contentos y a jugar mucho.


Ideas para el diálogo: Primero preguntarle a ellos que es lo que más les ha gustado del cuento, y por ahí tirar de la madeja. Después se les puede hacer pensar que cuando colaboramos en casa aprendemos a hacer las cosas, nos hacemos más hábiles, más "apañadicos" y sobre todo nos hacemos personas útiles. Esto es maravilloso. Da mucha alegría saber que cuando ayudamos aliviamos y alegramos a los otros. Podemos hacerles una comparación: "Si tú fueras una fuente ¿qué te gustaría más: estar seca o sacar un agua fresquísima y buenísima que reconforta a todo el que tiene sed? ¡Seguro que la del agua abundante! Una fuente seca ¿para qué sirve?...sólo para poner de mal humor al que se acerca a ella esperando saciar su sed. O si tú fueras un lápiz , qué preferirías ser ¿uno de esos sin punta o uno con mina estupenda que da gusto colorear con él? ¡Seguro que el segundo! Es que, claro, lo que no es útil ¿para qué sirve? Así pasa también con las personas, cuanto más podamos colaborar y servir, más contentos y realizados nos sentimos.
Además vivimos más a gusto en lo limpio y ordenado, se encuentran las cosas antes, no se nos estropean tanto ni las perdemos. Para colmo, si los niños ayudan a los padres, éstos tendrán un poquito de tiempo (por lo menos un cuarto de hora cada día) para JUGAR juntos a algún juego (aunque sean muy sencillos: la oca, el parchís...). ¡Qué bien nos lo vamos a pasar!

JUEGO DEL MES:
Ahora les invitamos al siguiente juego. Entre todos vamos a pintar una linda casita en una cartulina o papel grande.




Como todos formamos el hogar, entre todos vamos a construir la casa. Cuando aportemos un trabajo o servicio, mamá o papá, nos dará un ladrillo, teja u otro elemento, porque estamos constuyendo nuestra casa. Los ladrillos pueden ser recortes de papel de colores; el tejado, si es de paja, pueden ser tiras de lana; las puertas y ventanas pueden ser bolitas de papel de seda... en fin, ya os dirá vuestra imaginación.
¡A ver que tal os queda cuando esté terminada!

Os ponemos ahora otros cuentos para que podáis hacer la reunión familiar cada semana.

CUENTO DE LA SEGUNDA SEMANA:
“EL TRABAJO DE CASA ES DE TODOS, TODOS RECIBIMOS, TODOS COLABORAMOS”

Manuel no quería recoger en casa porque decía que él no lo había sacado. Sus hermanos y él habían jugado toda la tarde y también dibujado y recortado, con lo cual el suelo estaba lleno de recortes y juguetes. Todo estaba bastante desordenado. Llegó la hora de recoger y todos recogían. Pero él insistía:
– Yo solo he sacado esto, y recojo sólo esto.
La madre le dijo que a él también le ayudaban muchas veces, pero él se puso terco y afirmó:
– Pues ya no hace falta que me ayudéis, a partir de ahora sólo haré lo mío, sólo recogeré lo que saque, y no lo que desordenen mis hermanos.
– De acuerdo, hijo – dijo la madre.
Al día siguiente Manuel se levantó. Iba lento vistiéndose, como siempre, porque era un poco remolón. Le quedaba el tiempo bastante ajustado para desayunar, y cual fue su sorpresa cuando al llegar a la cocina, mamá le esperaba con una sonrisa y le explicó cómo tenía que prepararse la leche y las tostadas, ya que, como dijo el día anterior, él haría sólo lo suyo, a cambio de que él no pediría ayuda tampoco. Así sólo pudo desayunar dos tostadas y sólo pudo llevarse al cole un trozo de pan, pues no le quedó tiempo para preparar un bocadillo. Se ató los cordones de los zapatos rápidamente y se fue al colegio.
Durante el recreo miraba con envidia los bocadillos de sus compañeros: la verdad es que el pan está más rico con salchichón o jamón. Y cuando corrió a la fila casi se cae porque se pisó los cordones desatados ¡claro! Hoy mamá no se los había repasado.
Ya en casa, por la tarde, dijo a su madre que necesitaba un lápiz nuevo y ayuda para los deberes. Mamá le dijo que intentara hacerlo él, pues tenía que ayudar al hermano pequeño. Le costó tanto terminar, que no pudo ir a comprar el lápiz. Se sintió contrariado al pensar que a su hermano mayor no le hubiera costado nada traérselo al volver de la clase de inglés, ya que pasaba delante de la papelería. Pero, claro, no podía pedirle el favor, pues él el día anterior no le quiso ayudar a recoger el puzzle.
Tampoco hubo pan para él en la cena, pues sus hermanos habían comprado sólo dos barras para la familia, y él no había ido a por “su” barra. Manuel empezó a comprender que era muy molesto tener que hacer “sólo lo suyo”, pues “tocaba” más de lo que creía y comprendió que él recibía de los de casa muchos favores y servicios. Al llegar la noche tuvo que reconocer a su madre que prefería dejarse ayudar y ayudar, él a su vez, cuando se le pidiera, aunque no fuera trabajo para beneficio exclusivo suyo.

CUENTO DE LA TERCERA SEMANA:
“EL TRABAJO ES BONITO Y HACE FELIZ”

En un lugar escondido del bosque, existía una ciudad de duendes pequeñitos. Eran muy felices todos. Muy felices, muy felices ¿Sabéis por qué? Porque amaban el trabajo y sabían que si lo hacían bien, los demás estarían muy contentos y satisfechos.
El duende cartero ponía mucha atención en repartir bien las cartas, sin equivocarse de buzón. Y saludaba con amabilidad a todos cuando hacía su recorrido. Sabía que a todos gusta recibir carta, noticias de los familiares o amigos lejanos, por eso se sentía dichoso de repartir en cada carta un poquito de alegría y sorpresa.
El duende panadero también ponía esmero en medir bien la cantidad de harina y levadura. ¡Dónde va a parar un buen pan reciente, crujiente y esponjoso, con otro algo seco y duro!
– Hoy los niños se comerán el bocadillo del colegio de maravilla, ¡que rico les va a saber! – pensaba el panadero.
Y siempre echaba un poco más de masa en la barra, pensando que así estarían mejor alimentados.
¡Qué decir del duende doctor! Siempre dispuesto a remediar el dolor de sus conciudadanos. Escuchaba con tal atención y compasión a los enfermos, que, éstos, después de contar sus penas ya encontraban cierto alivio. No escatimaba tiempo y estudiaba mucho sus libros médicos hasta encontrar el remedio que sus pacientes necesitaban.
¿Y los niños duendecitos? No se quedaban atrás. Les encantaban las SORPRESAS.
– ¡Mamá, SORPRESA! – decían.
Y era cierto, habían puesto la mesa en silencio, para que cuando mamá fuera a llamarles se la encontrara puesta. O si no, habían barrido el patio, o pasado el trapito de polvo. “Mamá SORPRESA”. Y le habían echo todas las camas de la casa. ¡Cuánto reían los niños duendecitos al ver la cara de satisfacción de su mamá!


CUENTO DE LA CUARTA SEMANA: “CON EL TRABAJO SOMOS ÚTILES”

En una granja vivían muchos animalitos. Entre ellos la pequeña gatita “Chati”.
Un día el perro se acercó a Chati y le dijo:
– Realmente, Chati, no sé para qué vales. Yo al menos sirvo para ladrar fuerte y espantar a los ladrones. Mi amo está muy tranquilo y seguro de tenerme a mí.
La pobre Chati quedó triste y pensativa. Al cabo de un rato vino la señora vaca, y también dijo a la gatita:
– Chati eres muy linda pero no sirves para nada. Yo, doy abundante leche fresca. Y la leche es muy importante para los niños y mayores. Además sirve para hacer ricos guisos.
De nuevo Chati quedó triste y abatida.
Poco después se acercaron el gallo y la gallina:
– Chati, déjanos pasar, que nosotros tenemos cosas que hacer; mi mujer poner huevos y yo pronto tendré que cantar para que todos sepan que llega un nuevo día.
Así la pobre Chati se sintió tan desconsolada que se puso a llorar. La señora pata, compasiva, se le acercó y le preguntó porqué lloraba:
– ¿Qué te ocurre Chati?
– Pues... que no sirvo para nada y me encuentro muy triste.
– ¡Cómo! – le contestó la pata–. ¡Claro que sirves mucho! ¿Tú no sabes que cuando vienen los ratones, la granjera te busca corriendo a ti para que les libres de esos ladronzuelos? ¿Qué haría nuestra ama sin ti? Te necesita constantemente.
Desde ese momento Chati, al comprobar que era útil a los demás, se sintió inmensamente contenta y feliz. Y siempre procuró que su servicio nunca dejara decepcionada a su ama.


QUINTO CUENTO: “DESPUÉS DE LA TORMENTA”

Tomás era el guardabosque de un precioso bosque. Una noche hubo una terrible tormenta. El viento soplaba feroz, y caían rayos y truenos como nunca.
De pronto, un enorme chasquido ¡Un rayo había caído muy cerquita de allí! Tomás sabía que al día siguiente sería un duro día de trabajo. La tormenta estaría destrozando mucho. Así fue, a la mañana siguiente, Tomás salió temprano y observó innumerables ramas partidas. Pero pronto vinieron a él muchos animalitos buscando ayuda ¡Un tremendo rayo había caído sobre el GRAN ROBLE y había dejado sin hogar a innumerables animalitos, y pajaritos que en él tenían su casita!
Tomás no se acobardó, solicitó ayuda y colaboración de todos. Buscaron otro gran árbol, y cada uno con un encargo se pusieron a trabajar. Uno llevaba el martillo, otro serraba tablas, otro era el encargado de los clavos... y ¡ pin, pan, pun! Después de todo un largo día de trabajo ¡¡consiguieron convertir aquel gran árbol en una gran vivienda para todos!! Era más bonita y confortable que el GRAN ROBLE. Entre todos, consiguieron un hogar como nunca habían visto.
Tomás les explicó que la colaboración y la ayuda consiguen cosas que uno nunca hubiera podido solo. Y los felicitó a todos por su labor.

(del cuento ‘Después de la tormenta’ de Nick Butteworth, Ediciones Destino.)



sábado, 3 de abril de 2010

PROGRAMA DE EDUCACION EN VALORES A TRAVES DE CUENTOS.


Como en el anterior texto resaltábamos la idea de educar con amabilidad y simpatía, queremos aportar un material que pueda ayudar a esto.
Es vital educar, como personas que somos hemos de hacerlo con respeto; como padres hemos de hacerlo con cariño y como niños que son, hemos de hacerlo con juegos, de forma divertida.

Los maestros en el colegio programan los contenidos que quieren conseguir en el curso. Se planifican, piensan con detenimiento los ejercicios y tiempo que necesitan para lograr sus objetivos y luego se ponen a trabajar. Para enseñar a leer, por ejemplo, a parte de saber las letras y entender la dinámica de la lectura, hacen falta muchas, muchas horas de lectura. Es básico el trabajo personal. De la misma manera, para enseñar a sumar, no bastan unas explicaciones, si no que hay que realizar muchas sumas, y durante mucho tiempo (varios cursos incluso); y ningún profesor se extraña de que, aunque lo hayan entendido, se equivoquen con frecuencia. Saben que necesitan práctica y más tiempo hasta dominarlas.

Adquirir los valores necesita un proceso similar. No bastan ser explicados y entendidos (eso puede ser inmediato), hay que trabajarlos, practicarlos y repetirlos para que se conviertan en hábitos. Decidme sino: cuando en la educación se nos recomienda a nosotros, a los padres: "No gritéis a los niños, tened paciencia", ¿verdad que lo entendemos? Sin embargo... (mejor corramos un tupido velo). Por el contrario, cuando educamos queremos que los niños aprendan y adquieran todos los buenos hábitos y valores a la vez y de inmediato. El día se convierte en una lluvia de correcciones, avisos y reproches. Esto nos cansa a nosotros y agobia a los hijos de tal manera que para poder vivir "sin hundirse" cierran inconscientemente sus oidos y se aislan en su mundo. Así, nuestras palabras se convierten en discursos inútiles. Ante este panorama los padres optamos por alzar la voz y aumentar las amenazas hasta conseguir en ellos una reacción. ¿No nos pasa esto?

Quizás sería más eficaz y más llevadero para todos proceder del otro modo, siguiendo una programación. Observar a nuestros hijos, ver qué puntos son los más necesarios de trabajar (ya sabemos que cada niño es un mundo), después planificar un poco y priorizar. Escogido un valor, lo trabajaremos con constancia una temporada. Los otros puntos, de momento, los pasamos a un segundo plano. No es que no se puedan pedir, pero siempre teniendo en cuenta que no agobiemos demasiado, pues en ese caso es mejor hacernos un poco los despistados (siempre y cuando no sea grave).

Podríamos trabajar el valor durante un mes. En un tiempo menor quizás al niño no le da tiempo a interiorizarlo y por tanto a adquirir el hábito. Y otro dato: a veces somos los padres los que no logramos acordarnos, con tantas cosas como llevamos en nuestra cabeza. Así nos da tiempo a todos a concienciarnos de él.
Esto es vital, porque no vale decirle al niño: "este mes trabajaremos el orden, así que ya sabes lo que tienes que hacer: recoger tus cosas y tener la habitación en orden ", y después, no acordarnos más, nosotros padres, de este propósito. La responsabilidad de la educación cae sobre nosotros, no la podemos poner como un fardo pesado sobres sus espaldas y que tiren de ella. Somos nosotros los que "tenemos" el propósito. Si los padres hablamos diariamente y revisamos este punto veremos avances muy sorprendentes.

Podríamos seguir el siguiente esquema:
  1. PROPONER EL TEMA
  2. CADA SEMANA: UN CUENTO
  3. CADA DÍA: REVISIÓN PERSONAL CON EL NIÑO
  4. FIN DE MES: EVALUAR COMO NOS FUE EL JUEGO

1. PROPONER EL TEMA


Nos reunimos todos y les decimos que nos va a ir de perlas el ser, por ejemplo, más serviciales y trabajadores. Hablamos sobre el valor (ya os iremos dando pistas para enfocarlo a los niños) y como es tan positivo, nos lo vamos a proponer todos. Les diremos que será divertido porque vamos a hacer, durante el mes, un pequeño juego.



2. CADA SEMANA: UN CUENTO

Cada semana podemos reunirnos toda la familia (se puede fijar día y hora para que no se nos pase). Les contamos un cuento sobre ese valor (ya os iremos dando, mes a mes, un valor y unos cuentos, por si os sirven. Cualquiera que os inventéis o encontréis sirve, aunque sean muy sencillos).
Después les preguntamos qué es lo que más les ha gustado y porqué. Se trata de hacerles pensar. Si les enseñamos a pensar y a razonar tendremos personas. Pensar, en este caso, las ventajas de ese valor, el porqué, qué nos aporta y por qué mejora nuestra persona, nuestras relaciones con los demás; y qué perdemos cuando no lo tenemos.
Hacerles pensar que igual que la calidad tiene un coste, también la calidad de nuestra personalidad tiene un coste: el esfuerzo. Así, si nos parece que ese valor cuesta conseguirlo no será un inconveniente, sino una garantía. Mejor aún. Ojalá nos convenzamos todos: ellos y nosotros, porque el que admira algo, lucha por conseguirlo.



3. CADA DÍA : UN PEQUEÑO REPASO

Cada día , antes de acostarse, podemos sacar la libretita donde vayamos anotando nuestros cuentos, juegos y propósitos. Revisamos cómo nos hemos portado hoy sobre el valor. Lo que ha ido bien felicitarlo al por mayor; lo que no, hacerles pensar con cariño que no estuvo bien, a ver si mañana se porta como el personaje del cuento. Si fueran fallos reincidentes tendremos que decirle cómo piensa arreglar aquello. Mejor que piense él la corrección (penalización). Si no sabe, ayudadle, pero no pasárselo. Es el momento del "no consentir".
El cuento sirve para recordarle lo positivo del valor, aunque a veces al practicarlo se nos haga un poco más costoso. ¡Cómo decir la eficacia y la riqueza que se encierra en este ratito de reunión familiar y en el trato individual con cada hijo! Además es una gran ventaja que el niño se acostumbre desde pequeño a hablar con naturalidad con los padres de los temas verdaderamente importantes para su vida. Cuando llegue la adolescencia ya estará muy formado y encontrará muy normal y hasta necesario hablar con nosotros, para suplir la inseguridad propia de esa edad. ¡Y que satisfacción para unos padres!
Nunca pensemos que no sirve de nada dedicarles este tiempo (aunque a veces nos parezca que por uno les entra y por otro les sale). En realidad, estamos poniendo los cimientos. Los cimientos son ocultos y cuanto más hondos mejor. Sin embargo, son los que sostienen todo un edificio. No tengamos prisa en edificar. Tengamos paciencia, son años de hacer buenos cimientos... y cuando pase el tiempo, si éstos son sólidos y profundos, se edifica rápido y ¡muy alto! La labor de los padres es oculta y a veces, poco valorada, pero decisiva. También lo podemos comparar con las raíces de un árbol, están bajo tierra, parece que no existen... sin embargo son las que sostienen y dan vida al árbol.



4. FIN DE MES

¡Tenemos que llegar ¿eh?! Aunque el juego en algún momento haya perdido novedad y parezca que pasen, nosotros lo continuaremos con ánimo hasta el final. Hay que enseñarles que lo que se comienza se acaba. Por regla general ellos son inconstantes (¡recordad que son niños!) y necesitan nuestra constancia. Si nos ven que nosotros estamos ilusionados y lo continuamos, una vez pasen el bache vuelven a engancharse. Nunca supeditemos nuestra constancia a la suya, pues si no, nunca acabaremos nada. Hay que avivar el juego constantemente. El mérito ha de ser más nuestro que de ellos. Hemos de llegar al final con éxito.


Este esquema lo repetiremos cada mes con un valor distinto, cambiando el juego y los cuentos. ¿Empezamos ya? Intentaremos empezar a lo largo de esta semana.