viernes, 20 de diciembre de 2013

EDUCAR VALORAR LO PEQUEÑO. EL PAÍS DE LAS NUBES: LUCERITO Y ESTRELLA


A menudo vamos por la vida muy deprisa.  Las actividades parecen atropellarnos, el trabajo, la casa, el colegio, los niños… Sólo que nos tomáramos un poco más de tiempo para saborear las cosas, la vida cambiaría radicalmente, resultaría realmente atractiva y gratificante.  ¿De qué nos sirve tanto hacer, tanto correr, tanto adelantar… si lo hacemos como una carga y sin saber para qué? Todo depende de esta pequeña actitud: saborear cada instante, vivirlo con calma e intensidad.

Alegrarnos de levantarnos cada día, llenos de salud, nosotros y nuestros hijos… Alegrarnos de poder vivir en un país en paz, poder salir a la calle con libertad, sin opresiones peligrosas… Alegrarnos de nuestro trabajo, por duro que sea, en tiempos de crisis es una bendición… Alegrarnos de nuestros pies y manos, que nos permiten realizarlo… Alegrarnos de volver a casa estos días de invierno y poder sentir el agradable calor y decir “hogar, dulce hogar”… Alegrarnos de nuestros ojos y de poder ver, aunque sea andando ligeros al trabajo, el cielo, el sol, los árboles de nuestras calles, son obras maestras de la naturaleza… Alegrarnos de nuestra familia, nuestros hijos, de poder ser para ellos  una fuente de cariño y protección…
Aunque todo esto sea “entre comillas” y en mayor o menor grado, el caso es que lo es. Todas esas pequeñeces ¡qué grandes son! No es justo despreciarlas. De hecho, si lo hacemos, somos nosotros mismos los que nos hacemos la vida más amarga de lo que es ya que esta multitud de pequeñas cosas son las que la endulzan a diario.

Si sabemos valorar lo pequeño, sabremos enseñar a nuestros hijos a disfrutar de la vida. No necesitarán tener  el último modelo de todos los avances tecnológicos, ni necesitarán tirarse de un avión con o sin paracaídas para llenar esa necesidad de satisfacciones. Sabrán ser felices sin extravagancias. 

Nuestra misma actividad, con sentido, es siempre reconfortante. Disfrutar de hacerlas bien para que sirvan a alguien, esa proyección de nuestro trabajo hacia el resto de  personas nos hará sentirnos útiles y realizados.
La misma tarea de ser padres y madres, hemos de saberla disfrutar. Quizás sea la actividad humana que más sufrimientos trae pero al mismo tiempo la que produce más gozo y satisfacción ¿no es cierto?

EL PAÍS DE LAS NUBES: LUCERITO Y ESTRELLA

Lucerito es la hermanita de Estrella. Tiene sólo año y medio. Estrella la quiere con locura pues ¡deseaba tanto una hermanita o hermanito!  Le cuenta cuentos, hacen plastilina juntas, juegan al escondite… y claro, Lucerito ¿cómo no va a querer a una hermana así?
Estrella tiene ocho años y pinta muy bien. Una tarde, Estrella estuvo pintando un dibujo de unos cuantos duendecitos jugando en el parque del  Arco Iris y le estaba quedando maravilloso.
-¡Mira, papá, mamá! ¿A que me está quedando bien?
-¡Uy, está precioso! Cuando lo termines ¿nos lo dejarás para nuestra habitación?- dice papá.
-Vale- contesta satisfecha Estrella.
Estrella vuelve al salón y sigue pintando. Está junto al balcón, pues tiene más luz. Como es primavera, tiene la puerta abierta y corre una agradable brisa. De pronto… ¡Zas! Una ráfaga de aire fuerte, levanta el dibujo de Estrella y… se lo lleva volando, volando…
-¡Oh! El viento se ha llevado mi dibujo- dice sin poder evitar que le salten algunas lágrimas. Y se sienta triste en el balcón. Pero aquí llega Lucerito, que no entiende de vientos ni de dibujos, y ve a su hermana sentada en el suelo del balcón. Se acerca rapidita, toda sonriente, con ganas de jugar. Lucerito se le echa encima para abrazarla y le hace gestos cariñosos poniendo sus manitas junto a las de Estrella. Ésta la mira y le dice: ¡Ay, Lucerito, qué triste estoy, se ha volado mi mejor dibujo!
Pero Lucerito, que no entiende, le enseña unos palitos que trae en las manos y le da uno. Estrella lo coge y Lucerito se ríe. Luego le da el otro, que de nuevo coge y Estrella se queda con los dos palitos mirando a Lucerito a ver qué quiere ahora. Entonces Lucerito se los quita de golpe y se vuelve a reír. A Estrella se le está olvidando la pena del dibujo porque Lucerito la está entreteniendo con los palitos.
-¡Ay, pillina! Primero me das los palitos y ahora vas y me los quitas.

Lucerito se ríe y repite el juego: le da un palito, luego el otro y otra vez se los quita.  Estrella está divertida con el juego y le dice a Lucerito. “¡Oye! No me quites los palitos que si no te pillaré”. Entonces Estrella se pone a gatas y pone cara de comerse a Lucerito. La pequeña ríe emocionada y  se pone a correr, o al menos lo intenta, un tanto torpemente. Ríen las dos y de vez en cuando, Lucerito se vuelve y atrapa a su hermana con un abrazo.