jueves, 28 de mayo de 2015

VIAJANDO POR EUROPA: BÉLGICA. Honestidad.



Siguiendo la programación temática de VIAJANDO POR EUROPA 
os presentamos un nuevo país: Bélgica, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.

Hoja Bélgica


LAS TRES HACHAS.

Hace muchos años vivía en un pueblo de montaña un leñador. Cada mañana cogía su vieja hacha y se dirigía al lago, donde crecían frondosos y abundantes árboles y allí empezaba su dura labor.  Si tenía suerte, podía recoger ramas o pequeños troncos que el río arrastraba y acumulaba en algunos remansos, y si no tenía que cortar con su ruda hacha ramas o troncos de árboles viejos. Luego los subía a una pequeña carreta que tenía y los llevaba al pueblo para venderlos. Esta tarea le daba escasamente para mantener a su familia.

El pobre leñador suspiraba por comprarse un hacha nueva, más fuerte y afilada, pues con la que ahora tenía, tan basta y gastada avanzaba bien poco recogiendo leña. Sin embargo esto era algo, de momento, impensable pues aquel año había sido de poca cosecha y los precios andaban  más altos de lo normal ¡como para gastarlo en hachas cuando las bocas de sus hijos pedían pan!

Una mañana, como de costumbre, se dirigió  al lago. La belleza del paisaje, el ruido del agua correteando por el arroyo siempre le alegraba y animaba. ¡Desde luego que tranquilidad y paz se respiraba! Pero la preocupación y el apremio por llevar algo a casa le hacían volver a la realidad.  Aquel día observó que un gran número de troncos se habían acumulado en el remanso. Quizás había habido tormenta en la montaña, ocurría de vez en cuando;  los rayos  y el fuerte viento partían  ramas y troncos, que después eran arrastrados.  Nuestro amigo bien se alegró de que la naturaleza le ofreciera generosamente todo aquello, que además de abundante, venía sin esfuerzo.

Se puso el hacha en el cinturón y se acercó  al borde del lago. Empezó a recoger leña en su carreta. Dio un salto para posicionarse en una gran piedra que estaba cerca de la orilla y  al hacerlo se le cayó el hacha al lago. ¡Qué disgusto, su hacha…! Cogió una rama para sondear el fondo, pero cual fue su sorpresa al comprobar que la larga rama no encontraba tope. No sabía que  esa zona del lago fuera tan profunda.  Se quedó pensando, no sabía qué hacer; él no sabía nadar, sería una temeridad meterse, más aún cuando no había seguridad de cuán profundo era el lago en ese lugar. Tampoco se resignaba a no intentarlo. Al fin, pensando que su familia dependía del trabajo  de ese hacha, pensó en zambullirse, aunque el sólo pensamiento le llenaba de profundo temor.
Fue justo entonces cuando del fondo del lago emergió una bellísima joven, el hada del lago. Había sentido lástima del leñador y quería ayudarle.

-   ¿Cuál es la causa de tu pesar, buen hombre?
-  Oh, querida hada, justo ahora se me ha caído el hacha al fondo del lago.
-   No te preocupes, iré a buscarla yo misma.

Diciendo esto el hada se sumergió en las aguas. Al cabo de un rato, apareció de nuevo. Llevaba un hacha de oro.

-  Toma tu hacha, la encontré en seguida.
-  ¡Vaya maravilla de hacha! Nunca había visto una igual, pero… no, no, no es ésa mi hacha.

Entonces el hada se sumergió de nuevo, desapareciendo bajo el agua.  En unos instantes volvió a la superficie llevando consigo un hacha de plata.

- Te traigo esta otra hacha que encontré.
- ¡Madre mía, que hermosura, pero de nuevo mi hacha no es ésa!

Nuevamente se hundió el hada en el agua y en un momento volvió trayendo un hacha de hierro, fuerte y brillante.

        -Querida hada tampoco es ésa mi hacha, la mía es una vieja y ruda, que apenas sirve para cortar troncos.
El hada sonrió y le dijo: Ya lo sé, la tuya es ésta.  Y metiendo la mano en el agua sacó sin ninguna dificultad su vieja hacha.

         -Sí, sí… ésa es mi hacha, cuánto os agradezco que hayáis podido recuperármela.

Entonces, para su sorpresa, el hada dijo:
        - Veo que eres sincero y  has dicho siempre la verdad. Me has tratado con dignidad y respeto.  No está bien engañar a los demás y buscar ganancia a costa de mentir. Has sido valiente. Por haber obrado así te regalo las tres hachas, la de oro, la de plata y la de hierro.

Y tras entregar las hachas al leñador, desapareció en el lago.
Imaginaros la alegría del leñador y su familia cuando éste les contó lo sucedido.
Como la suerte del leñador cambió su vida, un vecino indiscreto quiso saber la causa del repentino bienestar del leñador y su familia. Cuando el leñador le explicó que el hada del lago había sacado del agua un hacha de oro, otra de plata y otra de hierro,  quedó tan cegado por la envidia y el deseo de riquezas  que no prestó más atención al resto del relato, marchándose a toda prisa.

Al día siguiente, el vecino madrugó deseoso de llegar al lago, ansioso de echar su hacha al río para ver si corría la misma suerte que su vecino leñador.
Nada más llegar echó el hacha directamente al agua  y se puso a gemir fuertemente esperando impaciente la aparición del hada.

 -¿Qué te ocurre, buen hombre, que tan desconsolado estás?
-Se me ha caído el hacha al agua, cógemela rápidamente…

El hada se sumergió disimulando su desagrado por los modales de aquel hombre, al rato apareció con el hacha de oro.

-¡Ay, sí, ésa es la mía, dámela por favor!- dijo rápidamente el hombre estirando el brazo.

Pero el hada le contestó:
-      Tengo que decirte que este hacha es mía, por tanto no te la daré. Has querido engañarme, no me has tratado bien pues me trataste con falsedad así es que no  mereces mi ayuda. Además, como has tirado tu hacha al río voluntariamente, señal es  de que no la necesitas. Quede por siempre en el fondo del lago.


Así aprendió la lección aquel hombre mentiroso y avaro.