Siguiendo la programación temática de VIAJANDO POR EUROPA
os presentamos un nuevo país: Francia, con su cuento y la hoja del dibujo correspondiente.
En una región de la antigua Galia, había un
reino al que constantemente asediaban
los romanos. Vivían en una zona montañosa, por lo que a los invasores les
resultaba bastante difícil acabar de conquistar
el castillo y las aldeas cercanas.
Pero esta vez, se propusieron no
parar hasta lograrlo. Pensaron rodear toda la ladera de la montaña de manera
que no pudiera salir nadie de allí. Cuando llegara el largo invierno, tendrían
que rendirse, pues no podrían abastecerse de ningún poblado del valle. Sólo tendrían que esperar y
esperar… y la conquista sería
cómoda y fácil.
Cuando el rey comprobó, desde su castillo, como se
establecían distintos campamentos del enemigo por todo el derredor de la
montaña, comprendió con suma tristeza cual era el propósito de su contrincante
y el mal que acechaba a su gente: morir lentamente de hambre o rendirse al
enemigo. Nuestro rey empezó a
reflexionar, era vital encontrar alguna solución. Al final, se le ocurrió una
idea; en realidad, era la única posibilidad.
Tendría que escoger a cinco hombres de su tropa, no más, era
imprescindible no ser vistos, que pudieran llegar a un reino amigo y pedir
ayuda. Las tropas aliadas deberían rodear a su vez toda la montaña, cercando al enemigo, quienes
no podrían huir ni hacia abajo, ni hacia
arriba de la montaña, pues en el castillo estarían preparados para el ataque.
Estos cinco hombres habrían de
salir al anochecer y, puesto que toda la falda de la montaña tenía una
estrechísima vigilancia, sólo podrían dirigirse hacia arriba. Debían coronar la escarpada
cima y luego pasar al siguiente pico, aún
más alto y peligroso, cuya ladera descendía a otro valle. Allí estarían libres
del enemigo.
Al día siguiente el rey convocó a
sus soldados y explicó la situación en la que se hallaban y cuál era la
estrategia para poder salir victoriosos.
Al pedir voluntarios para la misión, comprobó con satisfacción que todos se
ofrecían.
Como la misión era sumamente dificil,
no era suficiente la buena voluntad y la elección de los candidatos había de
ser cuidadosa. ¿Cómo escoger a los mejores hombres? Después de pensar concienzudamente les informó que en los días sucesivos
realizaría unas pruebas.
Se hicieron pruebas de
resistencia, de fortaleza, de habilidad… todos los días el rey les daba después
bien de comer. A decir verdad, la gente de esta región estaban acostumbrados a
comer bien y en abundancia, pues era una zona fértil en verduras, hortalizas y
frutales y en cuanto a ganadería, reses numerosas.
Cada día el rey observaba
detenidamente a sus vasallos, en realidad, “buscaba” algo. Pronto se empezaron
a observar diferencias en cuanto a la fortaleza física y habilidad. Los había
muy ágiles, lo cual era preciso para poder subir aquellas empinadas cumbres.
Pero también habían de ser fuertes para soportar tantos días de duro esfuerzo.
El rey, aunque acostumbraba a
ofrecer buena y abundante comida, en los días sucesivos empezó a disminuir la
calidad de ésta. Al principio, los
soldados no dijeron nada, aunque bien que lo pensaron, pero al ver que el hecho iba en
aumento cada día que pasaba, empezaron a murmurar.
-¡Vaya! ¿qué mosca le ha picado
al rey? ¿cómo piensa que vamos a poder estar en forma con esta comida?
-Sí, que extraño… siempre nos ha
dado muy bien de comer… Pues yo ya me estoy cansando, y encima dice que va a
seguir haciendo más pruebas… a este ritmo…
-Pues yo creo que voy a desistir
como siga dándonos de comer así. ¿Habéis visto que el conejo estaba casi crudo
y escasísimo de sal? ¡y por supuesto ya no nos pone aquella salsa de piñones
que era mi delicia!
El día en el que ya no se sirvió vino, los soldados empezaron a
molestarse grandemente.
Uno de los soldados más ágiles y
fuertes, del cual todos estaba
convencidos que sería uno de los
seleccionados, no pudo aguantar más:
-¡Esto es intolerable! ¡tengo un
humor de perros! ¡hace más de diez años que no me falta en la comida un trago
de vino! ¡y ahora que nos estamos esforzando como nunca para estas duras
pruebas, no se nos paga ni con una comida digna y en condiciones…!
-Opino como tú, este rey se ha
vuelto avaro; mendrugos duros de pan, agua, verduras poco cocidas e insípidas…
¿quién puede aguantar esto?
Por fin el Rey avisó de que las
pruebas habían concluido y de que al día siguiente serían anunciados los nombres de los cinco
caballeros seleccionados.
Lo que los soldados no sabían era
que el Rey, después de dar la orden de que se sirviera la comida, oculto en un
rincón de la sala, había estado escuchado con atención la reacción de cada
soldado.
El rey sabía que esta misión,
entrañaba muchas dificultades, y la mayor de ellas no era la dificultad de la
escalada, sino la escasez de comida que
iban a sufrir. Durante cinco días apenas encontrarían más que algunas
hierbas comestibles y algo de agua. Esto y el
pan que pudieran llevarse en sus zurrones, consistiría todo su
alimento. Después de alcanzar y bajar la cima por la otra
vertiente, encontrarían algún pequeño animal que podrían comer, pero no podrían
usar fuego para asarlo, pues el humo podría delatarlos. Era pues imprescindible
encontrar hombres con la “fortaleza” suficiente para soportar esto.
Por supuesto no le valían todos
aquellos que no sabían sufrir “faltas” en la comida, los que añoraban alimentos
sabrosos, salsas con piñones y los que
no podían pasar sin un vasito de vino…
Al día siguiente el rey nombró los cinco caballeros más fuertes
del reino, los capacitados para la gran misión.
Y así fue como quedaron
humillados y en el olvido los que se tenían por hombres fornidos y por el contrario, ensalzados e inmortalizados los que con su fortaleza
de carácter consiguieron la victoria para su pueblo.